Calamón común, una historia de supervivencia

Con el esfuerzo y trabajo de muchos y gracias a los programas específicos que se han venido desarrollando a lo largo de los últimos veinticinco años, se ha conseguido restablecer el número de estas aves; hay que recordar que hasta el año 1.992 figuraba en el catálogo de especies amenazadas, según el Libro Rojo de las Aves de España. Hasta entonces se encontraban algunas poblaciones en los rios Guadiana y  Guadalquivir.

En la actualidad no se encuentra amenazado y de nuevo se ha expandido por el litoral Mediterráneo, las Islas Baleares y el Delta del Ebro, lugar de cría hasta principios del pasado siglo. Las distintas actuaciones de recuperación, así como la expansión de individuos procedentes del sur penínsular, han permitido ya desde 1.993, año en el que se dieron las primeras citas de esta última etapa,  un progresivo aumento de la colonia en estas zonas. La presencia de esta especie en el resto de Europa es casi nula, informes recientes indican que en Córcega existe una población reproductora en aumento.

       Calamón adulto con dos pollos.

El Calamón habita en los carrizales frondosos de rios y lagunas de los que apenas salen, pasando la mayoría del tiempo entre esa espesura; de vez en cuando realizan vuelos con los que pasan de un lado a otro del carrizal, generalmente vuelos cortos que acompañan con su característica voz a modo de un trompeteo muy particular. Están dotados con unas patas fuertes de dedos largos que les permíte subir por los tallos con gran destreza. Su alimentación es casi exclusivamente vegetal: tallos de eneas, juncos, flores, raíces, semillas, etc., en pocas ocasiones de huevos y pollos de pájaros, ranas, etc.

La fuerza de su cabeza, pico y patas le permíte arrancar con suma facilidad las eneas con las que se alimenta, todo un espectáculo poder observarlo en estas lides.








                                                                                            

Entre las causas que motivaron la casi desaparición de esta especie los expertos apuntan  al desarrollo urbanístico que causaron la desecación de humedales,  a la contaminación agrícola con el uso de productos químicos y a la caza desmedida y totalmente descontrolada.